lunes, 4 de enero de 2010

Persecución morbosa


Era una noche de domingo como cualquier otro, la luna apenas era visible tras los densos nubarrones que empobrecían el ambiente de la ciudad y la música de las discotecas se podía escuchar resonando en todas las esquinas. Yo estaba sentado sobre un par de cajas de cartón, justo a la entrada de un callejón situado en frente de la discoteca más famosa del barrio, todas las noches, miles de ricachones se acercaban hasta allí para disfrutar de noches locas, y salir de allí totalmente borrachos, esa sería mi oportunidad.

Mi profesión de carterista era un empleo arriesgado, sin embargo, estaba bien recompensado, siempre y cuando no te descubrieran robando.

Acababa de fumarme el último cigarrillo cuándo el hombre salió tambaleándose de la discoteca, se dirigía hacia el lugar indicado, estaba borracho y, a juzgar por su ropa, era de buena familia. Disimuladamente me levante de las cajas de cartón y le seguí hasta que nos alejamos del barullo, el seguía tambaleándose y hablando solo, mientras yo me acercaba sigilosamente por detrás.

Las farolas dejaron de alumbrar su rostro una vez nos sumergimos en la oscuridad de una calle desértica, a pesar de la situación, yo estaba muy tranquilo, el sudor se empezaba a enfriar en mi rostro afroamericano, y ya no notaba los latidos de mi corazón dentro de la oscura piel que cubría mis fornidos pectorales.

Entonces se detuvo, incapaz de fijar su mirada perdida en un punto que no fuese el horizonte, ese era el momento de atacar, me acerqué por la espalda y lo inmovilicé en cuestión de pocos segundos, intentó soltarse, pero a pesar de lo musculoso que era su cuerpo, los efectos del alcohol se lo impidieron. Metí la mano en sus bolsillos y saqué de ellos un monedero de cuero, repleto de billetes y monedas. Lo guardé rápidamente en mis bolsillos y me dispuse a robarle sus joyas cuándo… sentí una punzada de dolor en la parte más intima de todo mi físico. Había descuidado lo que un ladrón nunca debe descuidar, había dejado desprotegidos mis testículos.

Él echó a correr cuándo tuvo la oportunidad y yo me había quedado revolcándome en el suelo, pero, en seguida me recuperé, el golpe no fue profundo, y mis pantalones vaqueros habían amortiguado el golpe.

Salí en su persecución. Me había sorprendido la precisión de su golpe anterior, apenas podía mantenerse en pié y había conseguido golpearme justó en ese lugar.

Parecía que el alcohol dejaba de hacerle efecto, puesto que cada vez corría más rápido, los dos teníamos cuerpos parecidos, ahora que me fijaba, los dos medíamos más de un metro ochenta, ninguno de los dos tendríamos más de veinte años, y, quitando el tema de la piel, nuestras caras no eran tan distintas.

Cuándo le tuve al alcance de mi pierna le hice el traspié, provocándole una caída repentina que con la que acabó rodando por la acera, luego me abalancé sobre él, llevándome una mano a la entrepierna, por si la suerte volvía a jugar en mi contra.

Esta vez forcejeó de una forma impresionante, intenté agarrarme a su blusa, pero sólo conseguí que la prenda rodase conmigo por el suelo, sin camisa aquel hombre se veía totalmente diferente, todo su cuerpo era pura fibra muscular.

Pero yo no desistí, e intenté abalanzarme contra él, pero lo único que conseguí es que él extendiese su rodilla hasta clavármela en los genitales. Sentí como mis bolas se hundían casi hasta la altura de las ingles, y como la dulce sensación del roce del glande de mi verga con la ropa interior pasaba a convertirse en un fuerte escozor.

Tenía la vista nublada y estaba inmovilizado por el dolor. Pero yo había salido de situaciones mucho peores que esas, y no pensaba rendirme ahora. Reuní fuerzas de dónde no las tenía e intenté levantarme del suelo, para ver como el hombre que pasó de ser mi presa a ser mi verdugo, robarme el monedero que yo le había robado anteriormente.

Eso me enfadó, y arremetí contra él lanzándome desesperadamente contra su cuerpo, pero el dolor que sufrían mis atributos masculinos me impidieron realizar mi ataque con precisión, y, por error, acabé en el suelo, pero, en un intento por recobrar el equilibrio me agarré de los pantalones de mi adversario, haciendo que se cayesen con migo, y dejando al aire algo que jamás me hubiese esperado encontrar en una persona como aquella, un pene gigantesco, no sé exactamente cuánto mediría, pero en estado flácido superaba con creces mis 18 centímetros y medio. Era tan grande que se asomaba por uno de los laterales de sus bóxer.

-¿Qué haces maricón? Me gritó en cuanto recuperó la cordura, acto seguido intentó clavarme la punta de sus zapatos en mis partes, cubiertas por la ropa, a diferencia de las suyas. Pero el intento fue en vano, puesto que yo me lancé directamente a sus pelotas, estrujándolas con todas mis fuerzas.

-No me tendría que haber dado tantas veces ahí, al fin y al cabo, tú también eres hombre. Dije retorciéndole las bolas hasta que quedó totalmente paralizado. Era el primer hombre que se me había resistido, por lo que merecía una humillación, agité su pene hasta que estuvo totalmente erecto, he de decir que las medidas me asombraron, pero intentando no prestarles atención, empecé a agitarlo, mientras aplastaba con la rodilla las frágiles y gigantescas bolas del hombre, él gritaba y gimoteaba, a veces de dolor y otras de placer. Una vez hubo eyaculado me bajé los pantalones y repetí el acto con mi pene, lo que me calmó bastante el dolor, y luego le extendí el semen por el cuerpo.

Luego le robé toda su ropa y abandoné el lugar, mañana descubrirían a un hombre rico, con una polla gigantesca y dos pelotas de tenis, tirado desnudo en una acera y cubierto de semen. Eso será suficiente para enseñarle que a mí NADIE ME GANA.

*Tengo más historias acabadas, y me comprometo a poner una por semana, si recivo, al menos, cuatro comentarios en la historia de cada semana.

5 comentarios:

  1. Pues aqui va el primer comentario. EScribre mas historias. Esta estubo buena!!

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  2. Todo un año sin ponerte más comentario, el caso es que ha sido interesante, aunque bastante idiota el ladrón para dejarse golpear dos veces en las pelotas. Antes debió patearlo. Faltó una buena follada al ricachón.

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  3. Cuida los títulos, porque si los títulos ya no están perfectos, no te harán comentarios. Persecución en lugar de Persecusión

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  4. Lastima que hasta hoy descubro esto, pero quiero leer más

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